jueves, 29 de noviembre de 2012

Enrique Vila-Matas en el "IX Encuentros con creadores: La creación literaria y sus autores”

Ayer tuve la suerte de conocer a Enrique Vila-Matas, esto sucedió en el "IX Encuentros con creadores: La creación literaria y sus autores " en la UNED de Coruña.

Me pareció un hombre enigmático, de apariencia extremadamente hierática en contraste con su ironía, extremadamente graciosa. Lo que más me gustó de su conferencia fueron sus anécdotas, pero al igual que las magistrales frases que introduce en sus libros, nunca sabremos si son suyas, inventadas o pedidas prestadas a otros grandes como él (Joyce, Beckett, Kafka, Rimbaud, Robert Walser, Philip Roth,…)

Dieron las 8 y llegó el turno de preguntas, que rápido transcurrieron esas dos horas (suele suceder cuando la conversación es interesante), así que tras una pregunta metafísica de un señor muy culto que se encontraba a ocho butacas a la izquierda, allá fui yo con mi duda existencial. Nerviosa, más todavía cuando me dieron un inesperado micrófono, inspire y, atropelladamente, le formulé, más o menos, esta cuestión:

- Haciendo referencia a su artículo “Después de un dietario” en el que afirmaba que Raymond Queneau “decía que, cuando se ponía a escribir una novela, siempre deseaba que el limpiabotas le escribiera el final.” y que le gustaban los diarios porque no necesitaban un final. Teniendo en cuenta que hoy en día quedan pocos limpiabotas ¿Cómo afronta el final de sus novelas?

Tan absorta como estaba en su larga y esclarecedora respuesta no tomé notas, así que no sé si me acordaré de todo (esa es una de mis grandes virtudes, me equivoqué quería decir defectos, la falta de memoria):

Comentaba que le habían invitado a un “Congreso de escritores sobre el Fracaso” en una alta montaña de Suiza a las doce de la noche, tendría que coger varios medios de transporte, ya que hasta allí no se llegaba de un modo al uso. Entonces se empezó a imaginar subiendo hacia esa alta montaña, durmiendo en una tienda de campaña acompañado por una pandilla de nazis al son de una ópera de Wagner. (Años después alguien que sí fue a este evento le desmontaría toda su teoría al comentarle que estuvieron estupendamente atendidos en un hotel de cinco estrellas).

El caso es que esta invitación (“Las historias han salido a mi encuentro”) le condujo al complicado final de la su célebre novela “El mal de Montano”

“La media noche llegó, llega siempre (...). Cené con los muertos. Lo bueno de no entender nada es que uno puede entender esa nada como quiera (...). Cené con un ilustre conjunto de muertos. Serían unos treinta escritores con los ojos hundidos en una monumental ensalada de patatas...”

Y como a Cervantes… le tembló la mano al matar a su Don Quijote.

Al terminar su historia me quedó la duda de si no me estaría metiendo lo que por aquí se conoce como una “bola”, al igual que en su artículo, parece ser que la frase no era de Queneau y que el limpiabotas era un personaje de novela que le “soplaba” el final. Así que, tras mi inicial ingenuidad, al llegar a casa me picó la curiosidad y buscando en la web encontré otro artículo suyo “FRACASA OTRA VEZ” (El País, Babelia, 30/10/10) en el que relataba lo que a mí me había contado. Al leerlo me gustó mucho una de sus reflexiones:

“ En cualquier caso, el auténtico verdadero gran fracaso del escritor, aquel que alcanza a tantos, llega siempre con puntualidad, generalmente muy temprana. Es un fiasco doloroso, íntimo. Llega cuando no podemos reproducir con fidelidad lo que a acabamos de pensar y querríamos haber escrito. Llega cuando comprendemos que no hemos podido ser fieles a la ambiciosa idea que nos habíamos propuesto al comenzar un libro o un artículo. Son fracasos que a veces, por prudencia (surgen los enemigos como hongos), se silencian. Querríamos que nuestros libros y artículos contuvieran la verdad de nosotros, o por lo menos la parte de ésta que puede ser transmitida mediante el lenguaje. Pero escribir sabe a traición.” 
Fuente: http://www.enriquevilamatas.com/textos/relfracaso1.html

Este texto me rememora otra de las frases que citó: “lo negativo conduce a lo positivo”, así que sin fracaso no hay éxito.

Termina el turno de preguntas, algunas ciertamente interminables (a su enunciado me refiero, no a las respuestas). Me cuelo de segunda para que me firme su libro de relatos “Exploradores del abismo” (así me siento yo ahora como una exploradora en un abismo) y mientras mi amigo el gran escritor y poeta Xavier Seoane, le cuenta que tengo un blog, que escribo, que fui alumna de él en un taller de creación literaria,… Enrique, serio y flemático me dibuja tres altas montañas, cada cual más picuda e inaccesible. 

Enrique... no me dan miedo, me encantan tus montañas!


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