lunes, 2 de abril de 2012

AYER NO FUE UN DOMINGO CUALQUIERA: FRAGAS DEL EUME, ADIOS VERDE, ADIOS!

Domingo por la mañana, me levanto tarde (¡qué lujazo poder hacerlo!), me pongo a desayunar, acabo, recojo y cuando voy a apagar la tele que alguien encendió, pero que nadie veía, me detengo. Alguien llama mi atención, es un hombre extranjero que se descalza y mete sus pies en un riachuelo mientras dice una frase que me cautiva: “Ahora lo que realmente es un lujo no es tener un coche bonito, es poder tener tiempo para ti mismo”.

Totalmente de acuerdo con la frase. A mí también me encanta meter los pies descalzos después de una agotadora jornada, ya sea de trabajo o de caminata, en un riachuelo o descalzarme y andar por la arena mojada o por la hierba fresca. Es una sensación de contacto con la naturaleza increíble. Lo que ocurre es que a veces decimos que no tenemos tiempo o estamos tan cohibidos por una rígida educación donde la espontaneidad está mal vista, donde el llevar arenas para casa es un engorro, donde no tener una toalla para secarte los pies puede ser el inicio de un posible constipado; en resumen donde la cabeza y la razón nos impiden sentir el cuerpo y el alma, y no dejan fluir esos instintos tan sencillos pero tan placenteros como pueden ser el sentir el agua o la tierra en nuestros pies o ponerse a correr sin ton ni son o empezar a bailar o a cantar cuando nos lo pide el cuerpo.

Acaba la historia de este hombre, que resulta ser un italiano que se viene a un pueblecito de Castilla y León para poder estar en contacto con la naturaleza y termina siendo elegido alcalde de entre los 15 vecinos que viven en invierno, ya que, como dijo uno de sus habitantes mientras el Alcalde les preparaba un plato típico italiano, “no nos quedaba otro”.

Todo esto me hace reflexionar sobre la despoblación de las pequeñas aldeas y sobre cómo la gente ha emigrado a las ciudades buscando un futuro mejor y cómo ellos mismos se creen que tienen una vida mejor que esas personas sencillas que disfrutan de las cosas sencillas.

Domingo por la tarde: mientras estoy plácidamente tomando esta foto a los pies de mi hija en la vera del rio Sil en una soleada tarde de 1 de Abril, cientos de hectáreas se queman en las Fragas del Eume. No doy crédito, yo ajena al mundo paseaba descalza por la hierba con mis niños y mi perro en un entorno de verdor y agua, mientras a doscientos kilómetros arde este maravilloso y verde bosque, mientras, las plantas y árboles pasan del verde al gris, las flores del colorido … al gris, los animales se quedan sin sus hogares, muchos también convertidos en cenizas; mientras yo disfruto del verde y de la explosión de floración de los árboles de una tarde de primavera a 200 km se convierte TODO EN GRIS.

Y lloro… y lloro! Lloro como esta viejecita gris a la que le duele el alma de ver como su fraga se desvanece ante sus ojos, lloro pensando en los paseos que ya no podré volver a dar con mis hijos por sus senderos, lloro por no poder volver a contemplar su belleza, lloro por esos árboles y esas flores y esos animales que no tienen culpa ninguna de la malicia humana, ni la de crisis, ni de los recortes, ni de nada… LLORO PORQUE NO SERÁ LA ULTIMA VEZ QUE ESTO OCURRA.
“Verde que te quiero verde”




1 comentario:

  1. A los q habia q quemar ahora es a los culpables d esto! Lloro por mis fragas y en definitiva por las d todos q nos quedamos sin poder disfrutarlas

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