Disfrazado de vendedora de manzanas me presenté en aquella velada. Mis colegas
me habían dicho que era una fiesta de disfraces erótica, que me estrenaría.
Pensando en catwoman y en enfermeras minifalderas llamé a la puerta.
Me abrió un macho con traje de cuero negro, tan sólo dejaba ver sus peludas
manos agarrando la fusta y sus ojos anticipando sus pensamientos libidinosos. Las
golden delicious rodaron por el suelo al tiempo que lo hacía mi ingenuidad.
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