sábado, 17 de junio de 2017

«El Patito Guapo» en mi piscina, para mi mamá y para el concurso Relatos de viento. #palabrasalviento

El Patito Guapo

Era una tarde de junio, una calurosa tarde de junio. Salí al jardín y allí estaba él, en medio de la piscina. Una bolita oscura de plumas, que contrastaba con el azul del agua. Me acerqué, y nadó hacia el lado contrario. Me acerqué más, y escapó de nuevo. Así una y otra vez, hasta que comenzó una nueva y divertida modalidad, consistente esta en zambullirse hasta el fondo y emerger dando un pequeño saltito. Era muy divertido, pero pensé que le debía de estar causando un grave estrés. No era eso lo que yo quería, quería ayudarle. Me metí en la piscina y conseguí cogerle. Efectivamente, estaba asustado. Tiritaba.

Era del tamaño de una mano grande, parecía un pato salvaje, sobresalía de mis manos una cabecita amarilla, era muy hermoso o hermosa me dije y así se lo dije al recién bautizado Patito Guapo.

Relato El Patito Guapo de Virginia Romera Calleja. Cría de Ánade Azulón

No sabía qué hacer con él, los documentales de la 2 no te enseñan cómo desenvolverte en estos casos. Así que lo acomodé en una caja de cartón, le hice una foto con el móvil y la publiqué en mi Facebook con un mensaje pidiendo instrucciones para ayudar al patito, tenía varios amigos expertos en aves, esperaba que alguno estuviera conectado.

Seguía temblando. Normal. Piaba. Normal.

Mis amigos me aconsejaron que lo soltara, que su madre le vendría a buscar, que era una cría de Ánade Azulón y que era raro que a su mamá se le hubiera despistado uno, ya que son muy madrazas. Otros decían que lo llevara a un centro de recuperación de fauna, pero había que dar una oportunidad al reencuentro madre/hijo. Como madre, me pareció lo más oportuno.

Así lo hice, le saqué de la caja y busqué una sombra para que su madre lo encontrara en buen estado, sin achicharrarse en la espera.

Me escondí. El Patito Guapo comenzó a piar, supongo que se dirá así. Al principio muy bajito, luego cada vez más alto y seguido, parecía que había cogido confianza de nuevo. Comenzó a moverse por el jardín con unos movimientos muy graciosos. Realmente era encantador. De pronto, desapareció entre los setos del cierre. ¡Oh, vaya! ¿Dónde demonios se había ido? Me acerqué y comencé a buscarle, pero nada. Debió caer a la finca de abajo, pensé. Antes había un huerto, pero llevaba un año abandonado, por lo que las hierbas y maleza campaban a sus anchas. Me preocupa su estado. Le escucho, pero no consigo localizarlo.

Mientras le busco, veo pasar un pato volando, tiene que ser la madre, ¿quién sino? Si pudiera, la llamaría. Pero si grito, se va a asustar. El Patito Guapo no pía. ¡Pía, por favor! Su madre ya se ha ido. Parece que no va a ser fácil el reencuentro.

Decido entrar en casa y no hacer ruido, hoy la tarde de piscina queda descartada y Lucus tendrá que quedar dentro también, no quiero que sus ladridos asusten al Patito Feo o alejen a la madre.

Me quedo a la espera desde la ventana de la cocina. Aburrida, me pongo a buscar cómo se llama el sonido que emiten los patos. Y encuentro que para las crías de aves se usa piar, sin embargo para los patos adultos el término correcto es parpar o lo que es lo mismo dar graznidos.

Al rato, la Mamá Pata vuelve a sobrevolar la finca, pero nada... el Patito Guapo se ha quedado mudo.

Me angustio. Me pregunto si los patos tendrán sentimientos. Desde luego, el instinto maternal seguro que sí. Esa mamá tiene que estar desesperada ya. Comienzo a hacerme otras preguntas: ¿tendrá hermanos? ¿cómo habrá llegado allí? ¿cuando le encuentre su mamá cómo hará para regresar a donde sea que tenga que ir? ¿Tendrá hambre? En vista de mi inquietud me preparo una hierbaluisa casera.

¡Qué rica y qué bien sienta! Miro desde el cristal hacia afuera y veo a Mamá Pata en medio de la piscina. Ahora entiendo de donde le viene tanta belleza al Patito Guapo. Es la reina de la piscina.

Mamá Pata en mi piscina.

Vale, Mamá Pata, has encontrado el lugar, pero ahora no está ahí. Me gustaría convertirme en pata, zambullirme en la piscina y contarle a Mamá Pata lo que ha pasado y decirle que le busque ahí al lado. También me gustaría disculparme con ella, en cierto modo me siento culpable de no poder ayudarle más.

Me concentro en algunas frases... a veces da resultado... ¡Patito Guapo, pía! ¡Mamá Pata, parpa! ¡Por favor, por favor!

¿Quién no se ha encontrado así alguna vez, perdido entre las malas hierbas? En un instinto maternal, miro el móvil para ver que no tengo ningún mensaje ni llamada de mis hijos ni de mi familia.

Me paso la tarde en la ventana, atenta al piar de Patito Guapo y al ir y venir de Mamá Pata. Ya no sé si sueño o son reales los sonidos de pato que escucho, se entremezclan con otras piadas y graznidos. Es una tarde movida en lo que a aves se refiere: grandes gaviotas, pequeños pájaros que no sé identificar y muchas pegas, no por nada a este terreno lo llamaban la «Finca de las Pegas». Fue al firmar la escritura cuando descubrí que pega era como se conocía en Galicia a las urracas. Y ahora me acabo de enterar de que son una de las aves más inteligentes y astutas que existen. ¡Cuánto que aprender!

Un gran soplo de aire me saca de mis pensamientos, y de mis pesquisas en internet sobre el mundo de las aves.

Mamá Pata aparece de nuevo en el despejado cielo, se deja llevar por el viento, ya no vuela como antes, siento su desazón, es difícil volar contracorriente.

Suena la alarma de mi móvil, es hora de marchar, hora de ir a ver a mi mamá al hospital.

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Autora: Virginia Romera Calleja

Disfruta de esta bella canción para acompañar la lectura: Everybody's Got To Learn Sometime 


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